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23 de diciembre de 2006

post

así se las pongo: por esas cosas de la vida, estoy aplicando para un programa de doctorado en la yoni, sobre el que habrá más que contar si, y sólo si, soy aceptado y decido en consecuencia irme para allá. lo cierto es que, pase lo que pase, uno de los requisitos consiste en, muy comprensiblemente, mandar al menos tres cartas de recomendación de profesores universitarios que lo conozcan a uno y puedan refrendar que uno, pese a todas las apariencias, no es del todo un descerebrado, o al menos no exclusivamente.

en el caso del doctorado que me interesa, el departamento respectivo prefiere que estas cartas vayan acompañadas por un formulario que uno se puede bajar de la red, firmar y mandar al docente de turno para que dicha persona lo llene con los datos necesarios.

ahora bien, lo interesante es que en este formulario a uno le cuentan que, gracias a una ley promulgada en 1974 y pomposamente llamada “family rights and privacy act”, quienes aplican a una cosa como ésta tienen derecho a leer las cartas que los profesores han escrito, así como a ver cómo han llenado el famoso formulario y en general cómo lo han evaluado a uno. eso sí, nos sigue explicando el formulario, uno puede prescindir “voluntariamente” de este derecho, es decir decidir que no quiere saber si lo han descrito a uno como el king o si más bien le han advertido al comité de admisión de la universidad de turno que mejor ni se metan con uno porque uno es igual un caso perdido.

sentado por razones diversas, y no sólo relacionadas a esta aplicación, junto a un profesor que trabaja bastante seguido en estados unidos, y que es historiador especializado en dicho país para más señas, yo me preguntaba que qué significaba todo esto, y él, que es por supuesto una de las personas que están escribiendo una carta para mí, me dijo que le parecía que se trataba de un detalle sin mayor relevancia, una formalidad, una cosa que tenía que ser discutida entre quien aplica y quien escribe la recomendación y nada más. acto seguido me dijo también que él, personalmente, no tendría ningún problema con que yo lea lo que iba a escribir sobre mí, no porque me fuera a pintar como si yo fuera un geniecillo sino porque tampoco tenía nada negativo que mencionar.

así las cosas, y dado que los estados unidos son la democracia más antigua del mundo, una en la que al menos durante un par de siglos los derechos del individuo (siempre y cuando sea blanco, heterosexual y de sexo masculino) supuestamente tenían prioridad, bla bla, así las cosas, decía, decidí que uno quedaba bacansísimo si se negaba a prescindir de sus derechos, con ímpetu de lo más humanista, e hice una cruz, consecuentemente, en el casillero que estaba junto a las palabras “i do not” (o sea, “i do not give up the right of access to this reference letter”).

convencido de estar haciendo lo moral y digamos también administrativamente correcto, pues, le mandé el mismo formulario a otra profesora, una que no vive en hamburgo, con una orgullosa crucecita que indicaba mi explícita insistencia en lo inviolable de mis derechos o algo. pero esta man, que también trabaja en estados unidos de vez en cuando, y probablemente mucho más seguido que el profesor mencionado anteriormente, me envió inmediatamente un mail diciéndome en el tono más urgente posible que, si uno no renuncia al derecho de ver las cartas, uno no tiene ni la menor posibilidad de ser admitido, porque para los manes que deciden estas cosas eso de querer saber lo que se ha escrito sobre uno es o una señal de que las opiniones de los docentes no van a ser sinceras o, aún peor, un peligro para la academia en general, porque uno podría leer algo negativo y demandar al profesor que lo haya escrito por infamia, calumnia, o como esa cuestión se llame. de modo que, según ella, yo no tenía otra que llamar al profesor de la primera carta y decirle que por nada del mundo mande el formulario, sino que espere a que yo le dé uno nuevo y “correctamente” firmado, así como enviarle a ella otro por correo para que todo sea hecho de acuerdo a los procedimientos, digamos.

no es nada espectacular la historia, ya lo sé, y el hecho de haber tenido que renunciar a mis derechos no me ha causado la menor indignación, pero sí me pareció que se trata de un mecanismo interesante, de un aspecto más de cómo la gobernabilidad en sentido foucaultiano funciona en un país tan supuestamente democrático como la yoni. tienes todos los derechos del mundo, obtenidos probablemente después de largas negociaciones e incluso de luchas sociales, pero si realmente te empeñas en aferrarte a tus derechos no tienes el menor chance. no sé, me pareció gracioso que te lo digan, que te cuenten la historia de la ley aquella y te expliquen que eres libre y puedes hacer lo que quieras al respecto, pero que por lo visto todos los que están en la jugada sepan que se trata de una trampa, de un código para protegerse las espaldas y, por qué no, de una pregunta que sirve para eliminar de entrada al par de giles que, como yo, pusieron la cruz en el casillero “equivocado” y no tuvieron la suerte de tener una profesora experimentada que les diga que estaban haciendo la cagada.

una de las preguntas más recurrentes de mi viejo, al menos desde hace un par de años, es “¿cómo domina la clase dominante?”, y aunque el caso que he contado no tiene propiamente que ver ni con la clase dominante ni con la dominación, o al menos no en primera instancia, me pareció que es un poco así como domina la clase dominante: haciendo, por ejemplo, que uno sepa que tiene determinados derechos o que debería poder aspirar a, no sé, llevar una vida “digna” en sociedad, pero también dejándole claro a uno que, con esa mentalidad, uno igual no va a llegar a ningún lado. así que o a darse de codazos, qué codazos, de patada, puñete y gargajo para llegar primerito, o a ser el gargajeado.

pero cómo lo hace, o sea cómo se lo deja a uno claro... eso sí que ya no sé.

el soundtrack, dado que toca ponerse de nuevo este corsé que es la estructura que yo mismo creé, es to the five boroughs (2004) de los beastie boys, un disco imprescindible como a decir verdad todo lo de los beastie boys, probablemente junto a los beatles el único grupo que, en mi siempre modesta opinión, no ha publicado en toda su ya veinteañera carrera ni una canción que no sea excelente y que, por ende, no tenga derecho a existir.

digo, ya que estábamos en lo de los derechos...

este post no se llama “post” por el mero hecho de ser un post, ni tampoco porque me vaya a poner a hablar de la inescrutable björk, sino porque, como sabe la mayoría de los pocos que leen este blog (más bien leían: sí, estoy perfectamente consciente de que tras nueve meses [!] de inexcusable ausencia es un poco iluso pensar que esto va a ser un bestseller), este es el primer post que he escrito después de mi no tan fugaz paso por ecuador hace ya un par de meses.

en efecto, me reencontré con la así llamada patria y, aunque no pienso ni puedo hacer un resumen definitivo de todo lo allí pasado y sentido, sí he de decir que la alienación crónica de la que siempre he sufrido fue, esta vez, por una parte mayor y por otra parte menor que en visitas anteriores. mayor porque habían pasado cuatro años desde la última vez que había estado allí, y sin duda también porque ya no tengo ni 18 ni 21 ni 23 ni 24 años sino, precisamente, casi 30. menor porque me quedé más de dos meses y al final hasta se me hizo difícil (se me hace difícil) volver a adaptarme a esta alemania de días tan cortos y de gobernabilidad tan implacablemente funcional, tan perfeccionada.

así que no hay resumen pero aquí va una nada exhaustiva lista de highlights en plan casi telegráfico y sin ningún orden particular, ni cronológico ni de importancia:

- el haber sido asaltado a mano armada por primera vez por choros extremadamente corteses y éticos que, a pesar de no haberme podido robar más que unos diez dólares, un celular usado y un reloj aniñado, ni me pegaron ni me hicieron un secuestro express sólo for the sake of it.

- el concierto de willie colón en quito, en el que este señor no cantó “el gran varón” en lo que, si yo fuera completamente paranoico y realmente pensara que el mundo gira en torno a mí, podría ser un comentario sobre las circunstancias en las que asistí a ese concierto. y, claro, el dirty dancing posterior en una salsoteca poblada por multitudes de, no sé, probablemente baseruleros.

- las interminables conversaciones y chupas con mi alma semi-gemela holsten, ese individuo que me sube la moral por el simple hecho de ser todavía más depre y pesimista que yo. sobre todo el viaje a canoa, sobre todo el bar del quiteño marco que está convencido de que “hips don’t lie” es una canción alternativa, sobre todo el trayecto en el carro escuchando mil y una veces y a todo volumen la trece del disco de los arctic monkeys...

- la noche que pasé con mi ñaño y su novia aarti, en la que para variar acabamos chupando ridícula pero muy guayaquileñamente en la texaco, porque ya nos habían botado de todo otro lugar.

- mis perfect days de hangin’ on en lo del niño ternura y su novia carla, con él básicamente inválido, ella medio estresada por una edición que estaba haciendo y que tenía que ser hecha rápido, y yo dedicado al arte de estorbar en el apartamento de los manes porque no, qué me iba a ir a pasear por el centro histórico, como si no lo conociera... y al teleférico qué me iba a ir si le tengo fobia a las alturas. pero sin duda un highlight en este contexto fueron también los encuentros de bloggers, en esa casa en la que me sentí tan en casa, en los que estuvieron presentes manolo sarmiento (un gran conversador), el ya mencionado niño ternura (una enciclopedia de los medios de comunicación) y un servidor, y que no eran encuentros de bloggers sino reuniones de panas.

- iván mora manzano en su nuevo rol de padre, sus cortos, así como su energía y su optimismo que estuvieron a punto, pero sólo a punto, de contagiarme...

- la fascinación de joke, un alemancito de 22 años de quien a holsten y a mí, por razones digamos familiares, no nos quedó más que hacernos panas, y borracho inveterado para más inri, al ver, camino a la playa, un burro o un chancho... su primera vez en el tercer mundo, pues.

- ver a bajo tierra reunida, o sea a mi pana francisco y sus y parcialmente también mis panas luis alonso, rafa, jairo y christian tocando “animal” de pearl jam en una fiesta privada, o sea la misma canción que tocaron la primera vez que los vi allá por el año 93.

- la campaña electoral y la euforia desatada por ese algo impredecible supuesto izquierdista que es el presidente electo. en especial me dio un escalofrío cuando, para cerrar su participación en un debate, empezó a hablar en castellano para, sin avisar, cambiar al quichua y acabar de nuevo en castellano con un “hasta la victoria siempre” que el para fortuna de nosotros desafortunado “presidente agricultor” le intentó copiar en debates posteriores.

- el hecho de que las reuniones familiares me produzcan menos ansiedad que antes, aunque creo seguir siendo un tipo totalmente inadecuado para ese tipo de eventos. sobre todo escuchar mil veces las mismas historias de los, desgraciadamente, cada vez algo más seniles abuelos que me quedan (unos más seniles que otros, claro), o sea por suerte todavía los cuatro.

- tirarme a bacán una noche en quito explicándole a la gente el secreto de la letra de la canción “ana” de los pixies...

- quevedo. quevedo es un highlight de por sí.

- la ceremonia de clausura del festival cero latitud, en la que la peli ecuatoriana qué tan lejos arrasó y se llevó un montón de premios y parecía michael jackson en la entrega de los grammy de 1984. la fiesta posterior, también, pese a lo cara que estaba la cerveza.

- mis viejos, por supuesto, un tema sobre el que aquí no me pienso explayar. todos y cada uno de los momentos con los manes, incluyendo las bastante frecuentes peleas o peleítas que nos pegamos y que, supongo, se deben a que, al fin y al cabo, constituimos de todos modos una familia funcional.

- escuchar a los pixies en el heineken una noche, horas antes de que me asaltaran. here comes your man.

bla bla.

esto ya parece la santa biblia por la longitud, así que corto. ¿de nuevo dando guerra? modestia aparte is back así que nada pues, chaos (and that’s and order).

pd: y “feliz” navidad, claro.

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