never mind the weight watchers here's udo pollmer
hace pocas semanas, la revista spiegel publicó, en el contexto de un artículo sobre alimentación, obesidad y la manía del ser humano contemporáneo con respecto a las dietas, una entrevista con un nutricionista llamado udo pollmer, quien es presentado como un enfant terrible en su campo. y, efectivamente, el señor se lanza unas afirmaciones más o menos sorprendentes. asegura, por ejemplo, que todas (¡todas!) las dietas que no son diseñadas a nivel estrictamente individual son “charlatanería”: “¿qué valor tienen las recomendaciones generales? cada persona es diferente, cada una tiene un metabolismo distinto. a ningún zapatero se le ocurre tampoco proclamar una única ‘talla saludable’. pero cuando se trata de la alimentación, que depende en gran medida de necesidades individuales, creamos normas universales”.
esto es, obviamente, difícil de negar, sobre todo considerando que las recomendaciones generales cambian cada par de años y que lo que era antes demonizado es, muy frecuentemente, denominado saludable después de un cambio de paradigmas: piénsese, por ejemplo, en la moda norteamericana actual de la comida “low carb”, diametralmente contraria a la de la comida “low fat” de hace una década y algo más. pero lo que pasa es que este pollmer va más allá y acusa a algunas de estas recomendaciones generalizadas de poder conducir nada menos que a la muerte: el consejo de tomar todo el tiempo líquidos, por ejemplo, que según él ha sido la causa de “intoxicaciones” en las que el cuerpo tiene demasiada agua y muy poca sal, o la recomendación de comer las manzanas sin pelarlas, porque hay supuestamente personas cuyo metabolismo les impide procesar lo que sea que haya en la cáscara de una manzana, de modo que cuando mueren, en la autopsia, uno encuentra “hígados llenos de cera de manzana natural”.
¡comer cosas connotadas como saludables en nuestra cultura y en nuestros tiempos es, entonces, no sólo poco satisfactorio, sino hasta dañino!
las plantas, según pollmer, “producen sustancias para defenderse de los animales que se las comen. por eso la mayor parte de la gente tiene problemas de digestión bastante marcados cuando come cereales o granos crudos”. por ejemplo, en el brócoli y en la soya hay –siempre siguiendo a pollmer, claro– una sustancia llamada indol-3-carbinol, que es cancerígena. esta sustancia, eso sí, es destruida cuando el brócoli es cocinado, pero el punto es demostrar que la línea entre lo que es sano y lo que no lo es parece ser menos nítida de lo que suele ser presentado por los diversos medios de divulgación “científica”, que suele también ser aceptado sin mayor uso del pensamiento crítico por el público en general e incluso por gente por otro lado tendiente al escepticismo.
etcétera.
en lo que hay que confiar según este man, finalmente, es en el apetito de uno, así de fácil. si uno quiere comerse la manzana, debe ser porque el cuerpo se lo está pidiendo. si uno prefiere no comerse la manzana, debe ser porque el cuerpo sabe que o no la necesita o no la puede digerir. si a los niños no les gusta el brócoli, debe ser que el cuerpo les está indicando amablemente que dicho vegetal no es realmente el más apropiado para ellos...
y definitivamente algunas de las recomendaciones que uno escucha por todos lados carecen de sentido, como la de tener que ingerir líquidos incluso antes de sentir sed. como dice pollmer, “¿para qué nos dio, entonces, dios la sed?”
el soundtrack es la bulla indistinta pero molestosa de una construcción que hay acá frente a mi ventana, obra que me tiene ya con los nervios de punta porque o los trabajadores encargados de ella son lerdos o se llaman penélope o el alcalde de hamburgo ha aprendido del ecuadorian way-of-life y esto es un vulgar negociado, pero la construcción no parece querer tener final. por suerte tengo el sueño pesado, pesadísimo, cuando lo concilio, así que al menos no me despiertan a una de esas horas de la madrugada (o sea, a eso de las siete o las ocho de la mañana) cuando, sádicamente, y todos los días, empiezan a martillar.
dos aclaraciones. la una: supongo que se nota que la mención que hace pollmer de dios es puramente retórica, o sea que no es que este man no es sólo enfant terrible sino también, no sé, testigo de jehová. la otra es que supongo que se nota lo poco inspirado que estoy: por eso el tiempo transcurrido desde el anterior post, por eso el tema algo absurdo de mis divagaciones vespertinas de hoy...
no atribuyan estas divagaciones, en todo caso, a un repentino interés por las dietas despertado por el cada vez más preocupante crecimiento de mi otrora tan envidiablemente plana barriga, ni a un intento de justificar frente al mundo, y más que nada ante mi conciencia, mis hábitos alimenticios desordenados y miserables.
más bien el haber elegido este tema se debió al placer de ver cómo hay gente que duda sistemáticamente de las verdades de perogrullo de la rama particular en la que está situada, del mismo modo que yo intento hacer en mi/s rama/s (si es que en vista de mi eclecticismo diletante se puede hablar de alguna/s rama/s), y pese al hecho de, naturalmente, yo no poder tener ni idea de si este señor tiene razón en todo lo que dice o no...
chaos (and that’s an order).
pd: hablando de hábitos alimenticios, el otro día me tomé un helado de vainilla y jengibre, nada menos, en una heladería nueva y supuestamente muy cool que han abierto acá, llamada "eis-dealers" (¡qué "cool", carajo! dealers...), en la que venden helados con sabor a zanahoria y a eneldo (una planta de cuyo nombre en castellano yo no tenía idea, siendo yo un cero a la izquierda en esto de la cocina, pero que acá es muy popular), entre otros sabores similarmente escandalosos. la verdad es que me quedo con el viejo chocolate, con la vieja vainilla, ya si me pongo novedoso con maracuyá o algo, pero jengibre nunca más. el imperio de las tradiciones. en algo hay que ser conservador.