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28 de octubre de 2005

nothing stays the same


ayer u hoy, dependiendo de qué zona horaria consideremos (si la de la mayoría de mis por otro lado pocos lectores o la mía de acá, más solitaria), se conmemoró/se conmemora el trigésimo aniversario de la muerte de georges carpentier, alias “el hombre orquídea”, antiguamente célebre personaje del mundo del deporte y del espectáculo que, en nuestros tiempos despiadados, ha sido del todo olvidado y no representa más que una nota al pie de página para los más obsesos aficionados al boxeo o al arte muerto del cine mudo.

nacido en el norte de francia en 1894, carpentier hizo sus pininos en el pugilismo profesional a la edad de catorce años, para convertirse en el campeón de los pesos livianos de su país natal en 1911 y, después, ir subiendo paulatinamente de categoría e ir acumulando títulos a nivel internacional con una rapidez inusitada: en sólo tres años, entre 1911 y 1914, ganó los títulos de campeón europeo de los pesos livianos (1911), campeón europeo de los pesos medianos (1912), campeón europeo de los pesos pesados-livianos (1914) y, para rematar, campeón mundial de los pesos pesados “blancos” (quien sepa a qué se refiera ese “blancos” [white heavyweight champion] debería intentar explicármelo, porque yo, pese a saber que esa era la era de jack johnson, el primer campeón mundial negro, no lo entiendo del todo) en 1914, cuando la guerra lo obligó a hacer una pausa en su carrera deportiva para apoyar el proyecto imperialista de su patria en la fuerza aérea francesa, por lo que recibió la croix de guerre, la más alta condecoración para los soldados franceses que se han destacado por su “valentía” durante enfrentamientos bélicos.

en 1920, de vuelta al ring, digamos que ya de nuevo peleando por causas menos repugnantes, carpentier bajó una categoría para convertirse en el campeón mundial de los pesos pesados-livianos, título que pudo defender exitosamente hasta que, en 1924, gene tunney, el futuro campeón mundial de los pesos pesados (el primer campeón de los pesos pesados de la historia que se retiró invicto [en 1928], y por lo tanto uno de los más grandes), lo derrotó en nueva york por knockout técnico después de quince rounds legendarios.

en el interín, eso sí, más concretamente en 1921, carpentier había intentado lo que, a principios de los años veinte, parecía igual de temerario y absurdo que intentar declararle la guerra convencional a los estados unidos en nuestros días, o sea arrebatarle a jack dempsey, el nada injustamente apodado “asesino de manassa”, y sin duda uno de los más importantes deportistas norteamericanos de la primera mitad del siglo veinte, el título de campeón mundial de los pesos pesados, en una empresa que para carpentier acabó sin pena ni gloria (knockout en el segundo minuto del cuarto round) pero que tiene su trascendencia histórica, dado que se trata del primer match boxístico en el que las ganancias de los participantes llegaron al millón de dólares.

acaso carpentier se haya sentido al menos parcialmente vengado o rehabilitado por el hecho de que tunney, cuyos embates él había mal que bien podido resistir hasta el decimoquinto round, haya sido capaz de ganarle a dempsey (campeón del mundo desde 1919) en 1926, y encima de repetir la hazaña en la revancha de 1927 que, sin embargo, sigue siendo conocida como “the long count fight”, en vista de que tunney cayó en el séptimo round y el árbitro empezó a contar, según la teoría conspirativa al respecto, sólo tres o cuatro segundos después de que hubiera tocado la lona... porque dempsey no se retiró inmediatamente, como exige el reglamento, a su esquina. tunney, después de trece o catorce o quince segundos en la lona, ganó, al final, y pese a lo que digan los paranoicos de turno, unánimemente por puntos.

la carrera pugilística de carpentier nunca volvió a ser lo que fue, después de su derrota contra tunney en 1924, y hasta 1927, el año en el que se retiró. ahora bien, lo interesante de este personaje es que tuvo también una corta pero relativamente exitosa carrera paralela, nada menos que en el mundo del cine.

en efecto, carpentier había hecho su debut en 1920 en the wonder man, película de john g. adolfi en la que interpretaba a un boxeador que, en compañía de un agente del servicio secreto francés, desenmascaraba y combatía las maquinaciones de inescrupulosos criminales deseosos de estafar al estado francés en negocios turbios de cuyos detalles no tengo mayor información... como no tengo, tampoco, más información sobre las líneas argumentales de sus dos siguientes filmes, the gypsy cavalier, de j. stuart blackton (1922), y la symphonie pathétique, de mario nalvas y henry étiévant (1928).

su mayor hit cinematográfico, eso sí, fue defintivamente el primitivo semi-musical hollywoodense the shows of shows (1929), otra vez de adolfi, en cuyo elenco no sólo figuraba –no demasiado prominentemente– carpentier sino también personalidades del calibre de john barrymore, myrna loy, mary astor, dolores costello, viola dana, etc., y que más que una película era un vehículo promocional con el que se quería demostrar que muchas de las estrellas del cine mudo también tenían futuro en los en esa época tan modernos talkies.

en 1930, también en hollywood, carpentier volvió a interpretar a un boxeador en hold everything, de roy del ruth, pero a más tardar desde the shows of shows, o de la llegada del cine hablado, era obvio que su paso por la gran pantalla había sido un episodio cuyos días, en la nueva década de los treinta, estaban contados, sobre todo en el plano internacional. así, su próximo filme, toboggan (1933), de henri decoin, fue predeciblemente el último, pese a ser uno en lengua francesa...

carpentier se retiró del todo de la vida pública, en vista de que los tiempos habían cambiado, y 42 años de su vida están, ahora, sumergidos en el misterio, así como su carrera anterior en el olvido...

georges carpentier, gran boxeador y extravagante figura del cine mudo y de los primeros talkies, murió el 27 de octubre de 1975 y, en 1991, fue elegido para el international boxing hall of fame...

¿el soundtrack? para quien quiera saberlo, estoy escuchando the menace (2000), de elastica, un disco en el que esta gente se raya de una manera tan espectacular que es comprensible que no hayan vendido ni una milésima de lo que vendieron con su super-exitoso debut elastica (1995), tan popularizado entre otras cosas por la peli de culto trainspotting a mediados de los noventa.

el disco the menace es, por cierto, tan poco popular que después de un par de años de intentar encontrarlo por la vía normal, en las tiendas, tuve que comprármelo en ebay, y la verdad es que no quedé decepcionado. si elastica fue un bombazo new-wave que se le paraba al britpop de la época de la manera más soberana, the menace es un intento de crear una nueva música bailable que mezcle elementos electrónicos con distorsiones eléctricas más clásicas y con voces que apoyan a melodías que casi nunca forman verdaderas “canciones” en el sentido pop-convencional de la palabra (la canción más convencional es el magistral cover final del hit mundial “da da da” de trio, en mi modesta opinión uno de los mejores grupos alemanes de todos los tiempos, y lo digo en serio... grupo por otro lado famoso por constantemente deconstruir también el concepto de lo que es una canción pop y hacer un pop que raya en la perfección al mismo tiempo).

y creo que, por menos éxito que the menace haya tenido, sus repercusiones han sido considerables, a juzgar por lo que hacen ahora the kills o lcd soundsystem, entre otros (las repercusiones del debut, elastica, también son grandes: véase [o escúchese] a franz ferdinand, maximo park, kaiser chiefs, editors, etc.).

por cierto que a este carpentier yo no lo conocía para nada hasta ayer, pero descubrí hace poco la función en el international movie database en la que se puede buscar lo que pasó en el mundo del cine en un día cualquiera del calendario, y su historia me pareció tan bacán, dado que yo siempre he sido un fan del cine y, menos, pero durante cierta época de mi pre-adolescencia bastante, del boxeo (como espectador, nada más, claro, o mejor, como lector... pero es que todo eso de dempsey y de tunney de verdad que sí lo sabía desde hace años), que me dieron ganas de hacer un ejercicio de, no sé, tirarme en plan al menos parcialmente auto-irónico a erudito sin saber nada. escribir paja, pues. ilustrar la cada vez menos existente diferencia entre el “conocimiento” de otrora y la “información” de nuestra era, no sé...

gracias a wikipedia, también, claro...

acúsenme de idiota o, en su defecto, de pedante, o de ambas cosas, por mandarme un post tan malogrado en mi intento de ponerme tan vulgarmente semi-borgiano o (ya un poco menos vulgarmente, porque él mismo en comparación con borges es vulgar) semi-austeriano, pero no se me ocurrió nada más...

que en paz descanses, georges carpentier...

si quieren un homenaje por un cumpleaños de verdad les cuento en un par de días sobre el cumpleaños (póstumo) de “the most beautiful woman in the world”...

y por ahora no los aburro más.

chaos (and that’s an order).

pd: primera tesis sobre soda: la verdad es que ya se me olvidó. las otras dos vienen en las siguientes entregas.

pd: otro detalle pedante: el título del post es el de una canción de the menace que me fascina. no sé qué tiene que ver con el tema de hoy pero ya pues. como decía cirilo: “no... sho decía...”

11 de octubre de 2005

nacido en la fae (o lado b)

hamburgo es una ciudad que, como toda metrópoli de verdad, que es por lo menos lo que esta ciudad quiere creer que es, se divide en barrios de tan marcada “personalidad” (¿“barriolidad”?) que sus habitantes suelen sentirse más unidos a éstos que a la urbe en general, y suelen estar altamente influenciados por el flair de los barrios en los que viven. aparte de eso, gracias a esta fascinación por los barrios el small-talk de la reunión aburrida de turno no sólo se reduce al clima o al fútbol sino también a en qué barrio se vive y por qué uno lo encuentra de lo más bacán, o no, en comparación a otro barrio determinado, o a otro, o a otro...

yo, por mi parte, vivo en una isla llamada veddel, pero esto no siempre ha sido así.

en efecto, cuando llegué acá al primer mundo, hace ya milenios, digamos que en la época de oasis, las spice girls y el drum ’n’ bass, me tocó por obra y gracia de la providencia tener, como primera morada oficial (las primeras semanas estuve donde amigos, de aquí para allá, sin tener igual todavía ni idea de la geografía política de hamburgo), una habitación en una residencia estudiantil estatal que queda en un barrio más bien de clase media (con lo que eso significa en un país rico como es alemania, pese a todas las cantaletas de sus políticos austeros) pero que tiene un gran porcentaje de población estudiantil o de profesionales jóvenes, así como uno relativamente representativo (similar al promedio general de la ciudad) de extranjeros de diferentes partes: eimsbüttel, mi aun ahora añorado eimsbüttel. el sueño de casi todo quien llega a vivir a esta ciudad, este barrio: cerca de todo pero no realmente en el epicentro de la movida, bonito y decente pero no pequeño-burgués en el sentido de intolerante, en cuestiones poblacionales alegremente mezclado pero, cómo decirlo... no revuelto...

en cierto sentido, el barrio ideal para conocer esta ciudad sin asustarse de otros más sórdidos o más reminiscentes de los conservadores años cincuenta, o sin perderse desde el comienzo en los recovecos de la vida anfetamínica de st. pauli, del puerto...

una alemania simpática, en otras palabras, la que me recibió. una alemania sonriente en la que todo el mundo odiaba a kohl. allí, en eimsbüttel, transcurrió, por así ponerlo, mi a decir verdad bastante feliz época de freshman en esta ciudad...

luego suele llegar el amor, y llegó, así que corte, cambio de escenario brusco pero que en ese momento se sintió tan smooth, la temible decisión de si vivir juntos o no que fue tomada espontáneamente por nosotros, sin que parezca decisión, sin que parezca haber sido tomada: apartamento de cartoon (aquellos de ustedes que hayan estado allí, y sé que son un par, sabrán a lo que me refiero) compartido durante cuatro años con la pelada en eppendorf, un barrio otrora obrero y comunista pero, desde los años setenta/ochenta, más bien aniñado, pijo, fifí, no sé... burgués pues, en el que la gente se viste mucho más elegantemente que la de eimsbüttel, en el que las boutiques venden las mismas o peores cosas a precios exorbitantes, en el que no hay dónde comprar una cerveza o un döner kebab después de las once de la noche y en el que, por qué no mencionarlo, el porcentaje de extranjeros es risible (y eso tomando en cuenta incluso a los extranjeros europeos). pero es que nuestro apartamento estaba bien situado, nos salía barato, y la verdad es que la zona en sí no es ni tan insoportable ni tan homogénea como la describí en la línea previa. es, de hecho, también una zona de esta ciudad que extraño, y en la que me siento bastante en casa cuando estoy (yo siempre con mis ínfulas de ser, o de llegar a ser, un jay gatsby). un par de restaurantes buenos y de precios asequibles, uno o dos bares “de culto”. cuando uno descubre la gasolinera ya sabe dónde puede comprar la cerveza nocturna. la gente puede ir bien vestida pero tampoco es que te mire mal si es que vas medianamente a la altura (lo cual, en esa época, solía ser de alguna forma el caso). etc.

otro tipo de sonrisa de hamburgo, pues; quizás una más fría, más típicamente noralemana (hanseática), pero sonrisa... fue la zona en la que viví, también feliz, creo, el cambio de milenio, el fin de la new economy, el inicio del novísimo orden mundial; mi época de familia nuclear en hamburgo, en la que a mí y a mi pareja nos faltaban nada más el hijo, la hija, el perro y el gato (¡nada más!) para cumplir del todo con los requisitos que creíamos que nos imponía la sociedad. porque hasta tele en color teníamos...

como todo lo que sube tiene que bajar, o por alguna ley igualmente coactiva que ésta, el 2003 presenció una implosión que ni pienso ni puedo explicar, y de ahí hasta finales del 2004 me cambié, oficialmente, cuatro veces de casa. los dos apartamentos en los que más tiempo me quedé, sin embargo, quedaban al oeste de la ciudad, en altona, un barrio que hasta hace poco más de un siglo seguía siendo parte de dinamarca, y no de alemania, y que, por su cercanía al legendario st. pauli con sus interminables hileras de bares y puticlubs, pero también gracias a méritos propios como su multiculturalidad y su ambiente claramente progresista, es uno de los barrios más populares de hamburgo. no sólo mi situación habitacional, cerca del centro del quehacer cultural de esta ciudad, digamos, sino también la sentimental (me dejo de indirectas, chucha: otra novia), me llevaron durante este tiempo a ser un habitual de la bohème de la ciudad, o de una de ellas (hamburgo, la gran metrópoli...), con aterradoramente frecuentes visitas a conciertos, exposiciones, bares, reuniones, pinchadas de tal y tal dj, encuentros ad hoc con el personal...

la verdad es que no me puedo quejar, creo. uno se siente importante cuando está en la lista de invitados de algún grupo bastante famoso y respetado en la onda indie a nivel alemán, por ejemplo. pero no sé si se pueda decir que fue una época “feliz” (de las otras dos lo he dicho, entre otras cosas, porque cuando ya ha pasado tanto tiempo uno tiende a idealizar todo), aunque sin duda sí que fue una muy intensa e interesante, y supongo que en el contexto de lo que es la curva de mi vida, que es sobre lo que estoy ostensiblemente escribiendo, una necesaria. alemania sonriendo (?), pero con una sonrisa bizarra, digna de ser interpretada... ¿me sonríe o se ríe de mí? mi época de ser un bohemio más...

y ahora, por esas vueltas que da la vida o que, como ya dije una vez, uno le hace dar, yo acá, en veddel, una isla que no queda ni al este ni al oeste sino, pues nada, al sur (¡al sur! ¡un punto cardinal tan ontológicamente out en esta ciudad del norte!), un barrio marginal en el que básicamente nadie en su sano juicio quiere vivir, entre otras cosas porque es uno claramente inmigrante, poblado mayoritariamente por personas provenientes no de todo el mundo sino de turquía, albania, afganistán y ciertos países árabes y del áfrica negra, así como de, espectacularmente, ecuador. en serio que no hay ocasión en la que salga de mi casa y vaya a tomar el metro o algo y no vea a por lo menos un compatriota haciendo sus diligencias por las calles. y lo de que yo note tan inmediatamente, y sin conversar, que son compatriotas y no, pongamos, colombianos o peruanos, lo entenderá cualquiera que haya vivido muchos años fuera del país, además de que a veces me la ponen fácil hablando entre ellos (gente de la costa, no necesariamente de guayaquil pero de la costa, probablemente más bien plan milagro) o, mejor que mejor, llevando puesta la camiseta de la selección (veddel es, sin duda, el único barrio de la ciudad en que se puede ver algo así fuera de los días de los partidos de las eliminatorias).

obviamente, yo no tengo nada en contra de vivir aquí, e incluso me parece muy conveniente: la renta me sale muy barata, me queda cerca de los lugares a los que tengo que ir, mi apartamento está mucho mejor de lo que podría conseguir en otro lado incluso por mucho más dinero, me parece simpático ver a la gente de los diversos países aquí sí revuelta pero sin que pase nada, porque... ¿qué habría de pasar?

pero es que son un poco dos cosas. la una es la de siempre, y con “siempre” me refiero a siempre: eso de sentirse extranjero en todo lugar. porque, si bien yo reconozco a mis compatriotas, estoy seguro de que a ellos no se les pasa ni un segundo por la cabeza la idea de que yo pudiera ser ecuatoriano, y si yo saliera con la tricolor puesta (que es una cosa que, por muy diversas razones, también estéticas, no hago) los manes se preguntarían que qué le pasa a ese alemancito rayado...

todo esto, nótese, pese a mi pelo oscuro y a mis facciones bastante claramente latinoamericanas.

y la otra cosa que pasa es la de la curva vital, pues. si tuve mi barrio de freshman, mi barrio de aburguesado, mi barrio de bohemio... ¿éste es mi barrio de qué? barrio marginal, inmigrante, portuario... ¿cómo interpretarlo?

es más: ¡una isla! repito: ¿cómo..?

el soundtrack es un recopilatorio de mi ya mil veces mentada spex (le hago un link de puro aburrido): las que más me gustan son “chewing gum” de annie, “assassinator 13” de chikinki, “what i’m trying to say” de stars y “good weekend” de art brut (yo creo que sobre todo annie y art brut se van a convertir en grandes), pero igual ya me encamaron amablemente en un comment que mucha de la música que menciono aquí es totalmente desconocida...

merkel va a ser canciller en alemania, lo logró, ¡mierda! y la selección del ecuador lo logró, por su lado, también. vaya, qué bacán... una de cal y una de arena.

pero no entiendo... ¿cuál es la buena? ¿la de cal o la de arena? ¿y por qué?

¿por qué?

chaos (and that’s an order).

pd: pedazo de título para película de oliver stone, el de este post...

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